El único problema soy yo.
Mi actitud, mis acciones,
mis palabras, mis sentimientos.
Todo lo que tenga que ver
conmigo es una pena, una vergüenza.
Es una pena verme ahí,
sentada, esperando a que algo bueno suceda y no ser capaz de tener la valentía
y el coraje para saltar al precipicio y volar como tú lo has hecho, mi querida paloma.
¡Pero qué cobardía la mía¡
No soy capaz de ni siquiera
verte a la cara, observar tus lindos ojos y decirlo de una vez por todas que te
quiero, que me encantas, que lo daría todo por ti.
¿Pero cómo sería posible
hacerlo?
Y la respuesta está ahí, a
la vista de todas las personas que han reparado a mirarme en ese lugar sentada,
a la borda del abismo.
Soy un maldito asco.
No valgo la pena.
No valgo la vida.
¿Cómo podría ser posible que
tú que lo eres todo puedas fijarte en mí, que soy la nada?
Imposible, sin duda alguna.
Pero es que ¡madre mia!
Me quede completamente
anonadada al ver aquel paisaje bello que me brindaban tus ojos unos segundos antes
de dar el salto al abismo.
Fue tan inevitable preguntármelo.
¿Pero qué hace un universo
como tú en un mundo como este?